Dolia Estévez
07/04/2017 - 12:00 am
Videgaray y la conexión con el yerno de Trump
Luis Videgaray no se imaginó que en sus travesías por Nueva York se toparía con un ambicioso millonario que cambiaría su trayectoria política. Videgaray y Jared Kushner, yerno y poderoso asesor sin cartera de Donald Trump, se conocieron en los círculos financieros neoyorquinos cuando el hoy canciller era titular de Hacienda. Gary D. Cohn, CEO […]
Luis Videgaray no se imaginó que en sus travesías por Nueva York se toparía con un ambicioso millonario que cambiaría su trayectoria política. Videgaray y Jared Kushner, yerno y poderoso asesor sin cartera de Donald Trump, se conocieron en los círculos financieros neoyorquinos cuando el hoy canciller era titular de Hacienda. Gary D. Cohn, CEO de Goldman Sachs, los presentó en una cena de potentados financieros a la que convocó la casa de inversiones más grande de Wall Street. Cohn (patrimonio personal: $611 millones de dólares) renunció a la dirección del banco implicado en el descalabro financiero de 2008 para incorporarse al grupo compacto de Trump como súper asesor económico. El banquero llegó a la mansión presidencial de la mano del yerno.
El enorme poderío de Kushner, amateur de la política y la diplomacia, emana de su parentesco con “Donald”, como llama a su suegro. Kushner está casado con Ivanka Trump, hija favorita del presidente con quien a decir por sus impropios comentarios ha fantaseado eróticamente. En 2006, Trump describió los senos de Ivanka, quien tenía 24 años, de “voluptuosos” y dijo que si no fuera su hija “la estaría cortejando”.
Antes de mudarse a Washington, Jared e Ivanka, él de 36 y ella de 35, cultivaron una relación cercana con Cohn. Eran parte de la poderosa élite liberal neoyorquina. Jared e Ivanka (patrimonio conjunto: 741 millones de dólares) eran liberales y defendían el derecho de los homosexuales y de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, y creían en el cambio climático. Pero el poder corrompe. Se alinearon a Trump.
En una administración consumida por las intrigas palaciegas entre ideólogos de derecha y globalizadores de Wall Street, liderada por un presidente que demanda lealtad absoluta, Kushner es intocable. Trump puede despedir a Stephen Bannon, su siniestro estratega, pero no a Kushner.
El peculiar papel de Kushner–ni es jefe de gabinete, ni asesor con cartera—no tiene precedente. La subcultura en la Casa Blanca es similar a la de las mafias italianas de Nueva York inmortalizadas en la trilogía de El Padrino. Trump, como Don Corleone, sólo confía en la familia. Castiga la traición. No perdona. Es siciliano.
No es inusual que los gobiernos extranjeros busquen el acceso directo a la Casa Blanca a través de amigos o incondicionales del mandatario en turno, pero es la primera vez que el conducto es el yerno del presidente. El nepotismo es vicio de las monarquías y las dictaduras, pero no de una democracia como la estadounidense. Jared e Ivanka son la pareja real. Irradian glamur y poder.
Para Videgaray, tratar con Kushner es terreno conocido. Videgaray entiende la fuerza de las castas. Enrique Peña Nieto es producto de la dinastía política que controla el Estado de México.
Por más inverosímil que parezca, Trump dotó a Kushner de poderes para pactar la paz entre Israel y Palestina, manejar las relaciones con México, Canadá y China, evaluar los avances de la guerra contra el Estados Islámico y diseñar un plan para adelgazar el gobierno federal. Es punto de contacto de presidentes, ministros y embajadores de una docena de países. ¿Tendrá tiempo para Videgaray? Es un error apostarle a un solo jugador.
En los 80 días que lleva Trump en la presidencia, se conocen tres encuentros entre Videgaray y Kushner. En el primero, el 25 de enero, Kushner llevó a Videgaray a la Oficina Oval. Fuera de agenda, trataron de convencer al temperamental mandatario bajar el tono a los ataques a México en el discurso que pronunciaría ese día sobre el muro fronterizo. Trump se negó. Su concesión, si se le puede llamar así, fue reiterar que un México “fuerte está en el mejor interés” de EU. El cliché fue música para los oídos de Peña quien elogió el logro de su diplomático aprendiz.
El segundo encuentro tuvo lugar el 9 de marzo. La costumbre en Washington es que los titulares de relaciones exteriores sean recibidos por el secretario de Estado, su contraparte. Pero abusando de su derecho de picaporte, Videgaray violó códigos y costumbres y fue directamente a la Casa Blanca a ver a Kushner y Cohn. El vocero del marginado secretario de Estado Rex Tillerson dijo no saber nada sobre la visita de Videgaray. El canciller mexicano se justificó diciendo que volvería a Washington “en dos semanas” para reunirse con quien dice ser su contraparte.
El tercer encuentro con Kushner se dio esta semana. Por razones que sólo él conoce, Videgaray no nos informó sobre el mismo cuando hizo un resumen detallado de sus actividades en Washington. Ante mi pregunta, dio a conocer la reunión, pero matizó diciendo que había sido “breve”, por la “tarde noche” del miércoles. ¿Cena? “No, no fue cena. Fue en la Casa Blanca”. Esta vez, dijo, no vio a Cohn.
Cuando la relación con EU atraviesa por su peor etapa en 100 años, es un sueño guajiro creer que Kushner va poder frenar los delirios de su suegro sobre el muro, las deportaciones masivas y la renegociación del TLCAN. Los cortesanos no apuestan contra la habilidad del Rey.
Twitter:@DoliaEstevez
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